¿Cuál es nuestra estrategia en la geopolítica de hoy?
Análisis
de
Bruce Mac Master
Requerimos de decisiones de política pública para apoyar sectores estratégicamente definidos.
No hay duda, desde el p unto de vista de comercio, que el mundo cambió. Eran grandes las dudas sobre el futuro de la globalización antes de la llegada de Donald Trump a la presidencia de los EE. UU., por lo que decir que sus decisiones precipitaron una ruptura en el paradigma de apertura y comercio abierto sería una gran imprecisión. Sin embargo, hay cosas que sí están cambiando. EE. UU. le está pidiendo al mundo correlación entre las ventas en su mercado y la generación de empleo y riqueza para su economía. Ha decidido exigir alineación de intereses políticos y económicos. Esto no es nuevo, por siglos el comercio internacional ha sido uno de los principales ejes de la diplomacia y de la ausencia de ella.
En el caso de Colombia, el error diplomático del 26 de enero no solo levantó muchas alarmas, sino que despertó la conciencia de la importancia que tiene para nosotros la relación comercial con EE. UU. Más de 14.337 millones de dólares en exportaciones, importaciones de 16.465 millones de dólares, la gran mayoría de ellas son materias primas para productos de la canasta familiar, inversión extranjera directa de 4.163 millones de dólares, una deuda externa de más de 200.000 millones de dólares, de la cual 113.000 millones de dólares son del sector público y 87.000 millones del privado, muchos de los cuales provienen de los mercados internacionales norteamericanos o de entidades multilaterales en las cuales EE. UU. tiene mayoría y poder de veto. En medio de esta alerta surgió la idea de que Colombia podría reemplazar la actividad con ese país aliándose con otros países. Desde el Gobierno nos hablan de “mirar hacia el este” como una clara insinuación de que eventualmente China pudiera reemplazar a EE. UU. como socio comercial principal. Insinuación acompañada de anuncios que pueden sonar desafiantes para EE. UU., como que Colombia pudiera ser parte de La Ruta de la Seda, contar con una ruta indirecta hacia Shanghái, a través del puerto de Chancay, en Perú, o profundizar en un acuerdo comercial con China.
Si estamos pensando en ello, repasemos antes cómo son las cifras con ese país. Nuestras exportaciones son de 2.377 millones de dólares (el 16,5 % de las que van a EE. UU.), representadas básicamente en minerales, petróleo, carbón, y, como único producto elaborado, los derivados del café. Las importaciones son realmente grandes, de 15.936 millones de dólares (equivalentes al 96 % de las que vienen de EE. UU.). La inversión extranjera directa del último año fue de 115 millones de dólares (el 2,7 % de la de EE. UU.), las remesas fueron de 1,4 millones de dólares. Adicionalmente, no podemos ignorar que China es el principal origen del contrabando que azota a sectores como confecciones, textiles, calzado, electrodomésticos y teléfonos móviles. China no ha dado ninguna señal de que nos va a comprar productos industriales, o productos con algún grado de valor agregado. Entonces, ¿podremos desarrollar nuestra industria exportándoles a ellos? ¿Será el aliado para el desarrollo de nuestra manufactura o industria de servicios? ¿Tendríamos la idea de que sean los mercados de valores y financieros de ese país los que financien la deuda externa colombiana, pública y privada?
Es cierto que no solo se trata de la segunda economía del mundo, sino la que mayor crecimiento ha registrado durante los últimos años. Con razón ha concentrado sus esfuerzos en su propio desarrollo, ha aumentado su nivel de influencia y su presencia, especialmente, en temas de infraestructura en otros países, pero con comportamientos desde el punto de vista de lealtad de comercio que dejan mucho que desear. El país con más demandas por dumping, o desviación de comercio, en el mundo es por mucho China, incluyendo los procesos que tiene en EE. UU. y Colombia. Son varios los casos profundamente documentados de productos que ya han llegado a nuestro país en condiciones de dumping, subsidios, resultado de desviación de comercio o con grandes cuestionamientos ambientales o laborales que han afectado letalmente a varias industrias colombianas.
Hoy es claro que Colombia tiene que tomar dos decisiones. La primera de ellas se refiere a la estrategia geoeconómica que queremos jugar en términos de nuestro comercio internacional. Es decir, definir claramente cuáles son los mercados con los cuales queremos trabajar, quiénes son nuestros aliados, a quién le vamos a comprar, dónde pretendemos vender nuestros productos. Esta no puede ser una decisión unilateral, sino el resultado de conversaciones explícitas con esos potenciales aliados.
La segunda es resaltar la necesidad que tenemos de identificar e implementar una política industrial que les permita a distintos sectores desarrollarse y competir con otros países. Requerimos de decisiones de política pública para apoyar sectores estratégicamente definidos. Seguimos patinando como país y no tomamos la decisión de impulsar ningún sector. No hay políticas públicas claras y decididas que permitan crear las condiciones para desarrollar sectores concretos. Esto agravado por el hecho de que el actual gobierno ni siquiera considera que la empresa privada y los emprendimientos son vehículos hacia el desarrollo.
Hace mucho sentido buscar exportar mucho a muchos otros países, diversificar la canasta exportadora y en la medida de lo posible no depender de un pequeño grupo, pero también hay que ser realistas, estratégicos, abandonando la ingenuidad teórica y reconocer que la realidad de la geopolítica en el mundo obliga a tomar posiciones claras sobre cómo vamos a jugar nuestras cartas. ¿Qué posibilidades tenemos con unos y otros? ¿Cuáles son los compromisos que asumiremos y pediremos a nuestros socios? Va siendo hora de que pensemos estratégicamente en el futuro del país.
What is our approach in the current geopolitical landscape?
Analysis by Bruce Mac Master
We need public policy choices to bolster strategically defined sectors
Undoubtedly, the trade landscape has shifted. Prior to Donald Trump's presidency in the U.S., significant uncertainty surrounded the future of globalization, making it inaccurate to claim that his decisions triggered a definitive break in the paradigm of openness and free trade. Nonetheless, various aspects are evolving. The U.S. is urging the global community to establish a link between sales in its market and the creation of jobs and wealth in its economy. It has opted to demand alignment of political and economic interests.
This is not unprecedented; for centuries, international trade has been a crucial element of diplomacy and its absence. For Colombia, the diplomatic misstep on January 26 not only raised numerous alarms but also heightened awareness regarding the significance of our trade relations with the U.S. Our exports exceed $14.337 billion, while imports total approximately $16.465 billion, with most being raw materials for household goods. Foreign direct investment amounts to $4.163 billion, and our external debt surpasses $200 billion, with $113 billion from the public sector and $87 billion from the private sector, much of which originates from U.S. markets or multilateral entities where the U.S. has a dominant position and veto power. In response to this alarm, the notion arose that Colombia could shift its activities by forming alliances with other nations.
The government has suggested “looking east” as a clear indication that China might eventually replace the U.S. as our primary trading partner. This suggestion is accompanied by announcements that could be perceived as provocative toward the U.S., such as Colombia potentially participating in the Silk Road, establishing an indirect route to Shanghai through the port of Chancay in Peru, or enhancing a trade agreement with China. If we are considering this, let's first examine our trade figures with China. Our exports to China are valued at $2.377 billion (16.5% of those directed to the U.S.), primarily consisting of minerals, oil, coal, and coffee derivatives as the only processed product. Our imports are substantial, reaching $15.936 billion (96% of imports from the U.S.). The foreign direct investment from the past year was $115 million (2.7% of that from the U.S.), with remittances totaling $1.4 million. Furthermore, we cannot overlook that China is the leading source of smuggling affecting sectors like apparel, textiles, footwear, appliances, and mobile phones.
China has not indicated any intention to purchase industrial products or goods with added value from us. Therefore, can we develop our industry by exporting to them? Will they serve as a partner for advancing our manufacturing or service sectors? Do we foresee that their financial and stock markets will help finance Colombia’s public and private external debt? It's true that China is not only the second-largest economy globally but also the one that has demonstrated the most remarkable growth in recent years. It is understandable that China focuses on its own development, increasing its influence and presence, particularly in infrastructure projects in other countries, yet its trade loyalty behaviors are often disappointing.
China leads the world in dumping and trade diversion complaints, including cases in both the U.S. and Colombia. Numerous well-documented instances involve products arriving in our country under conditions of dumping, subsidization, or significant environmental or labor concerns, which have adversely impacted several Colombian industries. Currently, it is evident that Colombia must make two crucial decisions. The first pertains to the geoeconomic strategy we wish to adopt regarding our international trade. This means we need to clearly outline which markets we intend to engage with, identify our allies, determine our purchasing sources, and establish where we plan to sell our products. This decision should not be made unilaterally but should stem from explicit discussions with potential partners. The second decision emphasizes the necessity of developing and implementing an industrial policy that enables various sectors to grow and compete internationally. We require public policy measures to support strategically identified sectors. As a nation, we continue to stagnate without making decisive moves to advance any sector. There are no clear and committed public policies to create the conditions necessary for the development of specific industries.
This situation is worsened by the current government's disregard for private enterprises and entrepreneurship as pathways to development. While it is sensible to aim for greater exports to a variety of countries and to diversify our export portfolio, we must also adopt a realistic and strategic view, shedding theoretical naivety and acknowledging that the realities of global geopolitics necessitate clear stances on how we will manage our resources. What opportunities do we have with various partners? What commitments are we willing to make and expect from our collaborators? It is time to think strategically about the nation’s future.